Por instinto, los animales encuentran en su hábitat los remedios que los curan de las enfermedades. Las plantas que comen para obtener vitaminas, la tierra que les proporciona ciertos minerales, los baños de barro para bajar la fiebre.
Una sabiduría práctica y sorprendente.
Los rinocerontes ofrecen su lomo encantados a los pajaritos que,mientras se alimentan,los liberan de parásitos.
Los monos aprovechan la acción inmunoestimulante de algunos vegetales.
Los conejos usan flores para desparasitarse.
Los conejos usan flores para desparasitarse.
En libertad, viviendo a su gusto en la naturaleza, los animales suelen cumplir una serie de rutinas que a primera vista parecen extrañas y sin sentido. Muchos de ellos se cubren el cuerpo de lodo, otros comen grandes cantidades de arcilla, algunos ingieren hierbas y hojas de sabor asqueroso y varios quedan mansos y contentos si algún pájaro les picotea el lomo sin descanso, noche día, como sucede con los grandes rinocerontes.
Estos actos tienen una razón de ser.Estas observaciones ha llevado a los científicos a crear una nueva disciplina , la zoofarmacognosia, es decir, la capacidad que tienen los animales de curarse a sí mismos con la ayuda de elementos naturales seleccionado con intuición matemática.
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