Erigidas hace 70 años en el monte Rushmore, Estados Unidos, las imponentes cabezas de cuatro presidentes norteamericanos, de 20 metros de altura, constituyen el grupo escultórico más espectacular que existe sobre el planeta. Iban a integrar una obra faraónica, de 200 metros de altura total, que quedó inconclusa por las medidas de austeridad dispuestas durante la Segunda Guerra Mundial.
Durante 14 años, 360 hombres trabajaron literalmente colgados sobre el abismo. Hubo sólo cinco accidentes mortales, lo que se considera una tasa muy baja en tareas de tanto riesgo y tan extendidas en el tiempo. A pesar de su despotismo, el escultor Gutzon Borglum era reverenciado por su personal.
Obreros trabajando en las esculturas |
Esta obra que sigue convocando a miles y miles de turistas es lo suficientemente representativa de un largo momento de la vida norteamericana y, sobre todo, de la agresiva personalidad del escultor que la concibió. Gutzon Borglum. Sólo el obcecado empuje de Borglum- quien desde 1901 venía acariciando la idea de un monumento semejante- pudo hacerla posible.
Cuando Gutzon tenía sólo 5 años el padre repudió a la madre, y el pequeño -que debió permanecer en el hogar paterno, con su tía- se vio separado de ella para siempre. Por este trauma de infancia explican muchos críticos la violenta y dominante personalidad de Borglum, que a lo largo de su vida demostró no aceptar más autoridad que la suya propia.
Gutzon Borglum |
Doane Robinson, intelectual de Dakota del Sur e historiador de la conquista del Oeste, le propuso a Borglum tallar en las montañas de su tierra la imagen de esa epopeya. Pero Borglum lo convenció de que era mejor plantar allí las figuras de los constructores del país, lo que unificaría a la opinión nacional y llevaría turistas a Dakota. Washington y Lincoln, los dos puntales de la nacionalidad, debían quedar esculpidos para siempre en el granito del monte Rushmore.
En 1927 obtuvo el pleno apoyo del presidente Coolidge. Tuvo que incluir a Jefferson en el proyecto. El, por su parte, añadió a Theodore Roosevelt.
Instaló su estudio a la vista de los acantilados. Desde allí fue imaginando cómo usar cada mogote para modelar sus figuras. Como un consumado ingeniero, supo calcular las exactas cargas de dinamita que iban a eliminar las toneladas de material sobrante; después -y personalmente dirigidas por él mismo-, cuadrillas de obreros se encargarían de pulir la piedra hasta dar forma a esos gigantes.
No pudo ver su obra terminada, ya que murió el 2 de marzo de 1941, poco antes de cumplir 74 años. Había trabajado 14 al pie de esa montaña a la que estaba dando forma con sus manos.
Ocho meses después, el presidente Franklin Delano Roosevelt-el sobrino demócrata del republicano Theodore- suspendía definitivamente los trabajos para atender otras urgencias nacionales.
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