PERITO FRANCISCO MORENO
Los indios de la Patagonia, aunque lo odiaban, fueron permeables a las influencias de ese "joven explorador temerario" como llamaban entonces-año 1871-los diarios porteños al perito Francisco Moreno.
Su objetivo era civilizar.
Era un hombre de una curiosidad persistente. Recuerda cuándo fue la primera vez de esa voracidad por saber: de muy pequeño, cuando de cada paseo por Palermo volvía a su casa atiborrado de jaspes y coralinas que lo arrobaban por su aspecto; o cuando en la estancia paterna en Chascomús distinguió unos huesecillos espiralados que lo intrigaron. No cejó hasta identificarlos. La comprobación de que se trataba de amonites (conchas fósiles de un cefalópodo extinguido) lo enfrentó con la paleontología y con el placer definitivo de la investigación científica.
Había devorado los viajes de Marco Polo y Simbad el Marino y todo lo que encontraba sobre geografía, ciencias naturales, antropología y arqueología.
En 1871, sin haber cumplido aún los veinte años, tenía ya una respetable colección de fósiles y objetos indígenas, formulaba juicios sensatos y revelaba lecturas bien digeridas.
En su afán por averiguar, fue hasta el despacho del sabio alemán Germán Burmeister, director del Museo de Ciencias Naturales, de talento deslumbrante pero huraño en su trato.
Luego de que éste último le abriera sus puertas, el afecto entre ambos crece, a tal punto que Burmeister lo bautiza con el nombre de Dasypus Moreni una mulita fósil que el científico había encontrado y clasificado con precisión.
Este apoyo lo alentó para planear la primera expedición:elige Carmen de Patagones y el tramo correspondiente del río Negro, porque ya lo conmovía toda esa "llanura de misterio" como Fitz Roy había llamado a la Patagonia. Una región de la que ninguna información era demasiado segura, y sus mapas, más sospechas que certezas.
Ese viaje lo realizó en 1873 y, a su vuelta, el material atesorado (desde cráneos hasta herramientas indígenas) le permitió redactar artículos que asombraron a científicos europeos de la talla de Broca, Quatrefages y Virchow. Luego que el antropólogo Pablo Broca diera cabida en la "Revista de Antropología de París" al texto de Moreno titulado "Descripción de los cementerios y "paraderos" prehistóricos de la Patagonia", estos sabios se abocaron seriamente al estudio de las razas indígenas sudamericanas.
Su deseo de volver al sur lo lleva a conseguir que la Sociedad Científica Argentina y el gobierno de la provincia de Buenos Aires (encabezado por Nicolás Avellaneda) costeen su expedición hasta el Nahuel Huapi. En septiembre de 1875 fue despedido por los diarios porteños como "el joven explorador temerario" : lo acompañaban el presidiario Manuel Silva, cuatro indios y treinta yeguas.
Bordeó primero el río Negro y luego el Limay y llegó hasta el Collón Curá, donde era imprescindible conseguir la autorización del cacique Shayhueque, "poderoso señor de la región de las Manzanas" para poder continuar.
El jefe indio se muestra predispuesto , pero sus asistentes dudan. Entonces el cacique convoca una junta de guerra para discutir la decisión. Someten a Moreno a un extenuante interrogatorio, por diez horas, al rayo del sol y sin poder bajarse del caballo. Finalmente le arranca al cacique una autorización intermedia: partiría hacia la cordillera sólo por una semana, sin caballos de recambio y con una única oveja para alimentarse.
El 22 de enero de 1876, Moreno llega al Nahuel Huapi y casi con la misma urgencia y la misma emoción toma de su agua y clava en su orilla una bandera argentina.
La exploración del lago había sido brevísima y muy parcial, pero Francisco Moreno ya sabía cómo volver.
Tres años después, logra entusiasmar nuevamente al gobierno de Buenos Aires para que respalde otra expedición. Es Estado prefiere que explore la costa patagónica y detecte zonas aptas para colonizar.
Se embarca en el "Vigilante", que bordea la costa y es allí cuando Moreno, dos marinos y dos indios se internan por tierra hasta la cordillera.
Desde Viedma, en noviembre de 1879, toma el río Negro. Su meta es, otra vez, el Nahuel Huapi.
En el camino descubre algo esencial: la división de las aguas, en distintas áreas de la Patagonia, no coincidía con las altas cumbres. Ese dato será clave años después, cuando el gobierno argentino le conceda el título de perito en límites y deba participar con británicos chilenos en el relevamiento y la medición de las vastedades andinas.
Gracias a la solidez de su tesis- que privilegia la línea de las altas cumbres- Moreno aportó un impulso invalorable para que en 1902 el rey de Inglaterra Eduardo VII firmara el laudo arbitral sobre límites argentino-chileno, que rescata para la Argentina 40 mil km2 a lo largo de la cordillera, que de otra manera se habrían perdido.
Serán numerosas las oportunidades en que Moreno retorne a la Patagonia, por cuestiones de límites o investigaciones topográficas, geológicas o paleontológicas. Si esas regiones incógnitas tienen hoy un perfil verificable, es porque él, como nadie, contribuyó a iluminarlas.
Fuente:Revista Conozca Más
Gracias a la solidez de su tesis- que privilegia la línea de las altas cumbres- Moreno aportó un impulso invalorable para que en 1902 el rey de Inglaterra Eduardo VII firmara el laudo arbitral sobre límites argentino-chileno, que rescata para la Argentina 40 mil km2 a lo largo de la cordillera, que de otra manera se habrían perdido.
Serán numerosas las oportunidades en que Moreno retorne a la Patagonia, por cuestiones de límites o investigaciones topográficas, geológicas o paleontológicas. Si esas regiones incógnitas tienen hoy un perfil verificable, es porque él, como nadie, contribuyó a iluminarlas.
Fuente:Revista Conozca Más
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