El chico tenía 16 años cuando llegó, tambaleante y vestido con harapos, al cuartel militar de Nüremberg, en aquella tarde de otoño de 1828. Él no podía saberlo, pero sería-para siempre- uno de los enigmas más grandes en la historia de las luchas por el poder. Apenas balbuceaba. Llevaba con él una carta sin firma donde alguien contaba que lo había cobijado desde su nacimiento y que no lo había dejado salir a la calle durante esos 16 años. Un piadoso oficial lo llevó a su propia casa y comprobó, pasados dos meses, que aquel jovencito era brillante a pesar de que apenas sabía hablar y lo único que podía escribir penosamente era su nombre: Kaspar Hauser.

Un día lo sacaron de allí y se lo llevaron, completamente mareado, hasta las cercanías de Nüremberg. No recordaba nada más.
Se hizo cargo de su educación un profesor de apellido Daumer que descubrió un increíble talento en el chico, además de modales que iba refinando día a día, como si poco le costara.
Allí nació la leyenda. Se dijo que era un hijo del duque Karl y la duquesa Stephanie, que gobernaban la región. Stephanie, en efecto, había dado a luz un bebé dieciséis años atrás, pero le dijeron que había muerto al nacer.

Pero alguien entró a su cuarto y lo apuñaló hasta matarlo. Tenía 21 años.
Nunca se supo la verdad. La lápida de su tumba dice:"Kaspar Hauser, un enigma".
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